lunes, 17 de mayo de 2010

El gran hallazgo.


El otro día, descubrí que los hombres también lloran. Sí señoras, parece ser que en ellos también habita un tierno ser, capaz de derramar pequeñas gotas de una especie de líquido salado llamado lágrimas . Tenía entendido, desde muy pequeñita, que las únicas “blandas” que mostraban sus sentimientos a flor de piel éramos nosotras, las mujeres; aquellas que llorábamos cuando la pareja nos dejaba; o cuando un amigo nos traicionaba; o simplemente cuando nos sentíamos solas... Pero parece ser que la especie opuesta -los varones- también lloran.

Nos remontamos al domingo día 16, cuando el Barça ganó la Liga, miles y miles de hombres salieron a las calles eufóricos, con síntomas
posplañideros: ojos hinchados, pestañas pegajosas, nariz irritada, bolsillos abultados (llenos de pañuelos, instrumento cuya utilidad era ocultar sus lados más femeninos). Habían estado llorando como magdalenas porque sus queridos ídolos habían ganado la esperada Liga, ni que les fuera la vida en ello. Tal vez, de la derrota o la victoria de su equipo dependía sus futuros, que ganará el Barça suponía el fin de nuestros males: liquidaremos la crisis, el agujero de la capa de ozono disminuirá, desaparecerá la pobreza en el tercer mundo, encontraremos las curas de todas las enfermedades habidas y por haber...

Al fin y al cabo, hemos podido comprobar que no somos tan distintos los hombres de las mujeres; ambos demostramos nuestros sentimientos llorando. Unas lloran por la crueldad de un mundo severo y otros por la victoria de un equipo de fútbol. Si el sexo “varonil”
sigue así ya mismo los vemos planchando, teniendo hijos, haciendo la compra, etc. Una nueva especie se hará con la faz de la tierra.